CALIFORNICATION: BRILLANTES RESACAS

A pesar de seguir emitiendo truños españoles de la talla de “Cuestión de sexo”, Cuatro continúa su apuesta por la ficción internacional de calidad, salvo en casos como el soporífero tostón de “Entre fantasmas”, con una Jennifer Love-Hewitt que parece no haber avanzado en sus dotes interpretativas, basadas en dos o tres muecas faciales aprendidas en algún conservatorio de cuarta. Ayer llegó a la medianoche de los jueves “Californication”, otro buen ejemplo de que la creatividad y los buenos guiones existen más allá de los despropósitos materializados en este país a través de “Los Serrano”, “Los hombres de Paco”, “El síndrome de Ulises”, “La familia Mata” y demás producciones que ayudan mucho a imbuirse en la lectura o en cualquier otra actividad más provechosa. De nuevos estrenos como “Lex”, en Antena 3, mejor ni hablamos porque tampoco es plan de desanimar a sus guionistas (bastante tienen con crear diálogos para Javier Cámara y Santi Millán, dos de los actores que mejor se interpretan a sí mismos).

David Duchovny, el eterno agente Mulder de “Expediente X”, interpreta en “Californication” a Hank Moody, un escritor neoyorquino de éxito que pierde la inspiración cuando le deja su novia por un tío sieso y se va a vivir a Los Ángeles. Como tienen una hija adolescente en común, el novelista se muda también allí para estar cerca de ellas. La serie se vende principalmente por el sexo explícito que hay en cada episodio, pero ante un primer visionado, lo que menos importa es eso. A estas alturas, todos hemos visto ya muchas mamadas y penetraciones. Lo interesante de “Californication” es la correcta construcción del personaje de Duchovny, sencilla a priori, pero efectiva: un tipo que está en crisis existencial, se sumerge en el recurrente mundo del alcohol, las drogas y el sexo desenfrenado. Janis Joplin decía que “algo que produce sensaciones tan buenas no puede ser tan malo”. Pero siempre llega el día después, el despertar de resaca, olor a líbido, tabaco, marihuana y whisky… “más vale una mañana de resaca que una noche en blanco”, viene a decir más o menos Hank Moody.

En todo ese baile de mujeres y promiscuidad, lo que busca nuestro novelista es recuperar a su familia. Y para ello, no escatima en ironía, caradura y constantes sarcasmos a todo el que se le pone por delante y a su ex novia, papel desarrollado por una genial Natascha McElhone (la podéis recordar, por ejemplo, por su intervención en “El show de Truman”, interpretando a la primera que le dice al protagonista que está viviendo en una gran mentira). Hank Moody odia con todas sus fuerzas Los Ángeles. Demasiado sol y calor (y cambiar Nueva York por esta ciudad debe ser algo así como volver de pasear junto al Támesis en Londres e intentar hacer lo mismo con el Manzanares en Madrid…).
El guión es muy ágil (cada capítulo dura 30 minutos aproximadamente), con giros que también dejan entrever las secretas necesidades sexuales y sentimentales de los otros personajes y la constante búsqueda de sí mismo de su protagonista, siempre sumido en la interminable espiral en la que puede llegar a convertirse una noche de borrachera y sexo y tratar de sobrevivir en una resaca permanente. El caso es que Duchovny consigue que Hank Moody caiga bien y el espectador se ponga de su parte al ver, desde un primer momento, que lo único que quiere es recuperar a su familia, a la mujer de su vida… Escapar, en definitiva, de las vigilias interminables y la promiscuidad espoleada con bebidas alcohólicas y volver a sentir el placer de escribir.

LO MEJOR: escenas divertidas como en la que Moody se acuesta con la hija del novio de su ex sin saber que tiene 16 años. La adolescente tiene unos gustos sexuales muy peculiares (en pleno orgasmo se lía a puñetazos con el protagonista).
LO PEOR: en algunos momentos, el personaje recuerda un poco a otros atormentados televisivos que escudan sus traumas construyendo un carácter irónico y maleducado. Ejemplo: el doctor House.
CALIFICACIÓN: 8/10