Nunca he seguido demasiado la música de Bruce Springsteen, al menos más allá de temas tan fantásticos como “Dancer in the dark” o el machacado “Born in the USA”. Considero que es uno de los artistas que más ha retratado las muchas caras de la América profunda a todos los niveles: bien en plan ficción a través de historias propias de una road movie, o afrontando líricas de reivindicación política pura y dura. Desde luego no es tan aburrido como lo es a veces Bod Dylan y es un tipo que no da demasiado la tabarra en otros aspectos. A unos meses de cumplir 60 años, el artista acaba de publicar su nuevo trabajo, “Working on a dream”, en el que se presenta bastante más feliz que en entregas anteriores. Probablemente tenga mucho que ver el tema que da título al álbum, ya que ha sido un poco la banda sonora del ascenso al poder del nuevo presidente de EEUU. Inocente Springsteen –o no, según se mire si le da réditos- e inocentes todos los que sigan pensando que Barack Obama va a salvar al mundo de sus males. Y es que después de un mandato tan desastroso como el de Bush, cualquier cosa parece mejor, aunque no sea así.
Precisamente hay una canción dedicada al retroamongolado George W., “What love can do”, que Springsteen escribió pensando en la fuerza del amor en épocas (y gobiernos) oscuros. El álbum se abre con un tema que dura 8 minutos, “Outlaw Pete”, todo un festival u orgía épica que demuestra el buen hacer de la E Street Band que acompaña al cantante que bien podría ser parte de algún musical sumergido en algún western. Otros cortes como “Good eye” devuelven al Bruce más cañero y potente de los años 80, cuando su voz más ronca hacía acto de presencia. El disco parece muy destinado a ser defendido en directo, y a pesar de constar de muchas canciones de relleno, temas que por sí solos no han conseguido tocar mis emociones, parece que en conjunto conforman un trabajo apreciable (los dos últimos, “The last carnival” y “The Wrestler” –de la película del resucitado y recauchutado Mickey Rourke- son muy destacables). En definitiva, Springsteen está contento y tranquilo, lejos de la melancolía y el dolor de otros tiempos. Insisto en que será porque los Estados Hundidos son ahora demócratas, cosa que tal y como está el patio debería importarnos un pimiento. No es su mejor disco –el ya hizo lo que tenía que hacer en los 80, y le sobra-, pero tampoco está nada mal, siempre y cuando dejemos a un lado el aburrimiento y cansancio de la mal llamada “era” (B)Obama.
PUNTUACIÓN: 6,5/10
LO MEJOR: la capacidad de Springsteen para seguir siendo tan prolífico.
LO PEOR: no provoca precisamente emociones intensas, salvo algún que otro momento.
DESTACABLES: “Outlaw Pete”, “Good eye”, “The last carnival”, “The Wrestler”, “My lucky day”.
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