De regreso a mi casa en San Petersburgo, tras mi viaje a Nueva York, alguien introdujo un sobre por debajo de la puerta. Abrí y eché un vistazo al tenebroso descansillo del edificio en el que vivo, todavía sin quitarme el largo y ajustado abrigo de cuero negro que mi querido amigo Truman me compró en una lujosa tienda de Manhattan mientras devorábamos toda la discografía de Suzanne Vega. No había nadie en esta planta, pero se escuchaban pasos apresurados en rellanos inferiores. Alguien bajaba a toda prisa. Intrigada, encendí un cigarrillo mientras pensaba en prepararme un vodka con limón para sobrellevar el jet lat que tenía por haber cruzado el Atlántico. Al mismo tiempo, me asomé a una de las ventanas que dan directamente a la Avenida Nevski. El frío gélido de la ciudad volvió a instalarse en mi cara, recordándome otra vez que había llegado a Rusia. Las calles estaban vacías y comenzaba a llover ligeramente. Un taxi con el motor en marcha esperaba justo enfrente de mi portal. Con la rapidez propia del que no quiere ser visto, una mujer con paraguas, sombrero y vestido amarillos se introdujo en el vehículo y desapareció. Me quedé contemplando como se alejaba el coche mientras daba las primeras caladas del Lucky que tenía entre mis dedos.
La telepredicadora amarilla desafiando el frío de San Petersburgo
Caminé hacia mi despacho y corté el sobre con un pequeño cuchillo cuya empuñadura todavía conserva la bandera de la época soviética. En su interior, había un flyer con la foto de una joven de mirada perdida, toda vestida de amarillo. “¿En qué estará pensando?”, me pregunté mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero de plata que me envió mi querido Monsieur August desde París como regalo de las pasadas navidades. También saqué una escueta nota en la que pude leer lo siguiente: “Estimada Srta. Gorkovskaya, soy la telepredicadora amarilla. Disculpe mi timidez, pero no conozco mucha gente rusa y tengo entendido que son bastante reservados. Estoy tratando de introducir mi mensaje a lo largo y ancho de su país, y que mejor que usted para ayudarme a difundirlo a través de Gesloten. Quiero invitarle a mi próxima actuación el próximo jueves 11 de diciembre a las 22.00 h. en el Bar 48, en la calle Salitre 48 de Madrid (la entrada cuesta 3 euros). Adjunto le regalo este billete de primera clase en Aeroflot para que pueda asistir y reunirse conmigo. Entre los temas de los que hablaré, esbozaré un hipotético futuro en el que se enfrenten seguidores de Tom Cruise a seguidores de Diego Armando Maradona, desvelaré el sentido oculto del famosísimo mantra “GOL”, cantaré un rap ecuménico sobre una base musical de Kanye West, presentaré una magic box rara y sortearé un deseo entre otros muchos asuntos. La espero –y por supuesto, puede ir con quien quiera-. Más información en http://www.ladygoogla.blogspot.com. Por favor, no me falle. Suya (bueno, más de Jamiroquai). La Telepredicadora Amarilla”.
Viajar a Madrid es algo que hago a menudo, y más en ocasiones así. En estos momentos siento una tremenda curiosidad por conocer a esta misteriosa mujer. Sobre todo para preguntarle cómo ha sido capaz de aguantar el frío de San Petersburgo con ese vestido tan primaveral. Además, será el motivo perfecto para estrenar las botas de cuero negro y tacón infinito que mi querida y sofisticada amiga Lady Foster me envió desde una de las tiendas más exclusivas de Londres.
1 comentario:
¿llevaba seta el vodka?
¿llevan vodka las setas?
Creo que la mujer de amarilla buscaba huellas de Maradona en Rusia? ¿Las encontró?
¿Alguna vinculación con la Mafia local? ¿Qué hace Tom Cruise?
¿Hay rusos cienciólogos?
Veo, querida Gaspashá que le regalan cosas a tutiplén y me alegro. Le tratan como se debe.
Intentaremos no defraudar el jueves... usted me pone el listón cada vez más alto.
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