Estoy seguro de que Clark Gregg, director de Asfixia, se piensa muy listo y se tiene por una persona lúcida, inteligente, provocadora y subversiva. Y todo eso es a lo que aspira a llegar su film. Basado en la novela de ese enfant terrible de la literatura norteamericana llamado Chuck Palahniuk, la película narra la insufrible vida de Victor Mancini, interpretado por Sam Rockwell, una vida que naufraga en una cotidianeidad patética, a caballo entre un trabajo grotesco, una terapia para curar su adicción al sexo y el cuidado de su demente madre (Anjelica Huston).
Lo que parece un ocurrente punto de partida de inmediato se convierte en una sucesión de secuencias mal hilvanadas, sin desarrollo dramático ni emocional alguno -lo que les ocurra a cada personaje nos importa un pito- y dónde el objeto del director y de todos los involucrados en el mismo no parece ser otro que demostrar, o más bien pasarle al espectador por la cara, lo ingeniosos y provocadores que son, pero consiguiendo únicamente poner en evidencia su conservadurismo y su mojigatería, por pensar que plantándonos delante un par de culos cuatro tetas y unos azotes en pantalla van a conseguir sonrojarnos. Porque ese parece ser el único fin de la película de estos modernos insufribles y encantados de haberse conocido, con esa pose de nuevos cineastas irreverentes del cine independiente americano, que como bien decía hace poco Monsieur August, sigue agonizando en su carencia absoluta de ideas y discurso. No hay aquí historia, el pretendido toque nihilista queda enterrado bajo toneladas de chistes malos y de diálogos entúpidos por no mencionar el feísmo que desprende cada fotograma y que nos invita a abandonar la sala antes de que finalicen los eternos 90 minutos que nos roban sus responsables de nuestras preciosas vidas. Huid.
Lo que parece un ocurrente punto de partida de inmediato se convierte en una sucesión de secuencias mal hilvanadas, sin desarrollo dramático ni emocional alguno -lo que les ocurra a cada personaje nos importa un pito- y dónde el objeto del director y de todos los involucrados en el mismo no parece ser otro que demostrar, o más bien pasarle al espectador por la cara, lo ingeniosos y provocadores que son, pero consiguiendo únicamente poner en evidencia su conservadurismo y su mojigatería, por pensar que plantándonos delante un par de culos cuatro tetas y unos azotes en pantalla van a conseguir sonrojarnos. Porque ese parece ser el único fin de la película de estos modernos insufribles y encantados de haberse conocido, con esa pose de nuevos cineastas irreverentes del cine independiente americano, que como bien decía hace poco Monsieur August, sigue agonizando en su carencia absoluta de ideas y discurso. No hay aquí historia, el pretendido toque nihilista queda enterrado bajo toneladas de chistes malos y de diálogos entúpidos por no mencionar el feísmo que desprende cada fotograma y que nos invita a abandonar la sala antes de que finalicen los eternos 90 minutos que nos roban sus responsables de nuestras preciosas vidas. Huid.
2 comentarios:
Mala mala mala. Y aburrida.
Soy un gran seguidor de Chuck Palahniuk. Os lo recomiendo encarecidamente. Reconozco que es muy difícl poner en imágenes sus libros. Honrosa exepción es El Club de la Lucha. Que justamente es su novela más de "acción" y menos de "descripción".
¡¡Es que hasta la Houston está fatal!!
Una pena.
Buena crítica.
JC
Uffff pues a mi casi me dan nauseas leyendo Fantasmas del mismo autor.
Será que soy muy sensible.
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