“Vicky, Cristina, Barcelona” es la película mas publicitada de Woody Allen. No es para menos, ya que extra cinematográficamente tiene muchos puntos de interés para cinéfilos accidentales: primer film que rueda en España, primera vez que lo hace con actores españoles -y si además se trata de la pareja de moda en el papel couché para qué queremos más- la presencia de su última musa, la bella Scarlett Johansson y escenas sepsis entre Penélope, Scarlett y Bardem hábilmente filtradas a la prensa.
Pero digámoslo claramente, estamos ante uno de los peores films de Allen. Un director que lleva diez años navegando en la mediocridad, salvo honrosas excepciones como “Match point” que he de reconocer que me parece tan buena, que cuando la vi pensé, “no parece de Woody Allen”. Al margen de esta joya el neoyorquino se nos ha vuelto un comodón con el paso de los años, no solo como director si no también como guionista. La historia de “Vicky, Cristina, Barcelona” se revela rápidamente como una de las más insípidas e intrascendentes de su carrera: la de dos estudiantes norteamericanas (Johansson y Rebecca Hall) que llegan a Barcelona para pasar el verano, saltando de fiesta en fiesta, de palacete en palacete, enamorándose en una de estas de un Don Juan español (soso Javier Bardem, olvídate de la comedia), pintor y vividor, con el que entablan relaciones. La aparición (muy tardía) de la desequilibrada ex mujer de este, interpretada por una desbocada y divertida Penélope Cruz alterará las relaciones entre los personajes hasta alcanzar un precipitado y anticlimático desenlace.
“Vicky...” no funciona ni como comedia, ya que apenas provoca alguna sonrisa fugaz, ni mucho menos como tratado acerca del amor y de las relaciones sentimentales, por superficial y tópico. Porque si de algo puede acusarse a la película es de ceder a todos los tópicos. Desde mostrarnos a una Barcelona de postal, una ciudad a medida de multimillonarios norteamericanos muy bohemios eso sí, pasando por unos personajes planos: desde la loca y pasional Penélope Cruz, al seductor Bardem, pasando por la pragmática Hall cuyo ordenado mundo y principios se tambalean de la noche a la mañana y finalizando por la neurótica y soñadora Scarlett, todo un arquetipo del cine de Allen vulgarizado por una interpretación ausente de la actriz. No se libra de la monotonía general unos diálogos sin chispa ni gracia, que bordean la vergüenza ajena con demasiada frecuencia, una trama carente de interés por mil veces contada (mucho mejor, además), una voz en off enfática en exceso y una banda sonora inaguantable (alguien debería asesinar al grupo Giulia & los Tellarini, autores de una canción insoportable que si no suena doce veces a lo largo del film no suena ninguna, y que decir de esa omnipresente guitarra española...).
En resumen, estamos ante la consecuencia lógica a tenor de la trayectoria reciente del cine de Allen a partir de “Desmontando a Harry”: cine de segunda, apolillado, en permanente barrena, protagonizado por una corrección académica desesperante, además de por una ausencia de riesgo alarmante. Película aséptica e indolente, que no estimula al espectador, carente de ambición y de cualquier encanto a pesar de los bellos escenarios naturales y que palidece incluso ante las películas más flojas de su autor, este, su último divertimento personal es el film que todos sus seguidores, los que admiramos su obra, deberían evitar.
Pero digámoslo claramente, estamos ante uno de los peores films de Allen. Un director que lleva diez años navegando en la mediocridad, salvo honrosas excepciones como “Match point” que he de reconocer que me parece tan buena, que cuando la vi pensé, “no parece de Woody Allen”. Al margen de esta joya el neoyorquino se nos ha vuelto un comodón con el paso de los años, no solo como director si no también como guionista. La historia de “Vicky, Cristina, Barcelona” se revela rápidamente como una de las más insípidas e intrascendentes de su carrera: la de dos estudiantes norteamericanas (Johansson y Rebecca Hall) que llegan a Barcelona para pasar el verano, saltando de fiesta en fiesta, de palacete en palacete, enamorándose en una de estas de un Don Juan español (soso Javier Bardem, olvídate de la comedia), pintor y vividor, con el que entablan relaciones. La aparición (muy tardía) de la desequilibrada ex mujer de este, interpretada por una desbocada y divertida Penélope Cruz alterará las relaciones entre los personajes hasta alcanzar un precipitado y anticlimático desenlace.
“Vicky...” no funciona ni como comedia, ya que apenas provoca alguna sonrisa fugaz, ni mucho menos como tratado acerca del amor y de las relaciones sentimentales, por superficial y tópico. Porque si de algo puede acusarse a la película es de ceder a todos los tópicos. Desde mostrarnos a una Barcelona de postal, una ciudad a medida de multimillonarios norteamericanos muy bohemios eso sí, pasando por unos personajes planos: desde la loca y pasional Penélope Cruz, al seductor Bardem, pasando por la pragmática Hall cuyo ordenado mundo y principios se tambalean de la noche a la mañana y finalizando por la neurótica y soñadora Scarlett, todo un arquetipo del cine de Allen vulgarizado por una interpretación ausente de la actriz. No se libra de la monotonía general unos diálogos sin chispa ni gracia, que bordean la vergüenza ajena con demasiada frecuencia, una trama carente de interés por mil veces contada (mucho mejor, además), una voz en off enfática en exceso y una banda sonora inaguantable (alguien debería asesinar al grupo Giulia & los Tellarini, autores de una canción insoportable que si no suena doce veces a lo largo del film no suena ninguna, y que decir de esa omnipresente guitarra española...).
En resumen, estamos ante la consecuencia lógica a tenor de la trayectoria reciente del cine de Allen a partir de “Desmontando a Harry”: cine de segunda, apolillado, en permanente barrena, protagonizado por una corrección académica desesperante, además de por una ausencia de riesgo alarmante. Película aséptica e indolente, que no estimula al espectador, carente de ambición y de cualquier encanto a pesar de los bellos escenarios naturales y que palidece incluso ante las películas más flojas de su autor, este, su último divertimento personal es el film que todos sus seguidores, los que admiramos su obra, deberían evitar.
4 comentarios:
Me intentaron convencer para ir al cine a verla y la verdad es que por lo poco que vi en TV me pareció que iba a ser tópica hasta decir basta y pasé... ahora veo que mis peores presagios se confirman.
Lo del fondo de guitarra en cualquier cosa en la que salga España es algo que los americanos no dejarán de hacer en la vida... en fin, deberíamos poner música country cada vez que salen imágenes de Nueva York o de L.A.
no soy seguidor de allen, pero siempre le he tenido como un buen director.
si bien, ésta me parece una película normalita, y con un desarrolo bstante comodón que se le "perdona" por se quién es. ratos divertida.
Creo que Woody Allen tiene la misma capacidad que Almodovar, por ejemplo, a la hora de obligar literalmente a los actores a no interpretar nada más allá de los alter egos del director y paranoias varias. No se me ha pasado por la cabeza ver esta película, y con tu fantástica crítica, ya se ha ido esa posibilidad definitivamente.
Sinceramente, creo que es la peor que he visto de él.
Muy buena la crítica.
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