viernes, 10 de octubre de 2008

FACEBOOK: GAME OVER

Poco he durado en ese corralillo de eternos adolescentes -sin referirme a todos sus usuarios, pero si a buena parte- en el que se ha convertido Facebook, y puede que me haga con el galardón de antisocial o asceta. Lo recibiría con el beneplácito propio de alguien que, poco a poco, va quitándose ciertos lastres para caminar con la espalda lo más recta posible. Os cuento: me dí de alta en esta red por sugerencia de una de mis mejores amigas, que vive en Londres. “Podrás ver las fotos que subo”, me dijo. Y así lo hice, bajo un perfil fantasma, sin imagen con mi cara de matriuska rusa afilada ni referencias de ningún tipo, salvo mi fecha de nacimiento.

A medida que fueron pasando los días, comenzaron a llegarme requerimientos por parte de mi tejido social solicitándome que les agregara. Y así lo fui haciendo, pensando que de esta forma podría ver las fotos que me quisiesen mostrar. Pero no bien hubo pasado un mes, empezaron a llegar a mi correo electrónico otros avisos de personas de las que hacía siglos que no sabía nada (por cierto, tienen tanto mi email como mi teléfono). La espiral comenzó a elucubrar en progresión geométrica: me embarqué en la misión de añadir, por cortesía, a individuos con los que he tenido contactos puntuales en los que no ha habido nada más allá que coincidir por mediación de amigos y conocidos en común. Pero esto no termina aquí, ni en la cantidad de virus que entran a través de Facebook y otra red social igual de caótica como My Space. De repente, comenzaron a llegarme invitaciones para que entrase a foros como “Club de los que nos compramos zapatos en tiendas de barrio”. Comprobé que mucha gente, de mi misma edad o mayores, escriben cada día sentencias tipo “estoy fatal, qué día más gris, jope a ver si llegamos al finde”…

Hace pocas semanas escuché una frase en mitad de una conversación: “Si no estás registrado en Facebook, no estás conectado, así que tú verás…”. George Orwell, en su novela “1984” anticipó las bases de lo que conocemos como Gran Hermano (y no es la boñiga de programa de la cadena basura y "amiga" en la que trabajan Maruja Teresa Campos o Ana Copia Quintana). Este concepto suple a todo personaje político. Digamos que es el comandante en jefe, guardián de la sociedad, dios pagano y juez supremo: la reencarnación de los ideales de un partido único y todopoderoso que vigila sin descanso, la organización a la que pertenecen todas las personas. Y es que en Facebook, si te conectas, todos saben que estás ahí. No solamente nos vigilan desde altas esferas para controlar y manipular, sino que además ponen un cebo de este tipo para que nos inspeccionemos entre nosotros –sin nuestro consentimiento mutuo: algo así como masturbarse bajo la atenta mirada de tu vecina del 5º-. Lo que no aclara bien esta “red social” es que, encima de que ya estamos supervisados en casi todo, se adhiere al derecho de pasar tus datos a quien le salga del servidor. Porque sí, lo dice la ley tal y pascual barra no se qué. No salgo de mi asombro al ver que muchas personas publican su teléfono móvil en el perfil mientras ingresan en el “Club de los que odiamos que se nos meta una piedra en el zapato”.

Internet es una herramienta fascinante para intercambiar ideas, dar rienda suelta a la creatividad, buscar trabajo, promocionar negocios, guardar fotos en alguna web o blog que puedas mostrar a quien quieras: es el medio alternativo por el que corren muchas y mejores informaciones que las que cacarean los manoseados medios generalistas. Pero también es fuente de gansadas del calibre de Facebook. No estoy en contra de las redes sociales, pero una cosa es abrir nuevos puentes de comunicación, y otra muy distinta es caer en una dinámica de chorradas elevadas al cubo, contar a todo el mundo que hoy te has comido un plato de arroz con pollo y perder ese contacto personal con la gente que se quiere y que vive a pocas paradas de metro.

Sé que son muchos los que utilizan esta herramienta, cuyo origen tuvo lugar en la Universidad de Harvard, con fines estrictamente sociales, promoción personal o para ligar (me parece fenomenal, por Internet es fácil y cómodo); o bien porque viven lejos y estar más conectado con seres queridos necesita vías más allá de la llamada telefónica, sms o email, por colgar fotos… y no para lanzar besitos, mordisquitos o escribir "hoy no he ido al baño"; pensaba que esto lo hacían adolescentes como mi sobrino mayor, de 17 años. Desconozco si saben hasta que punto llegan los responsables de la web (controlada desde el año pasado por Microsoft, para más inri), convertida ya en otro desorden de ridículos emoticones y dibujitos al igual que My Space. Invaden sin cortarse un pelo tu intimidad y comercian con ella. Al darse de baja hay que contestar, obligatoriamente, el motivo de tu decisión. Una de las casillas que puedes marcar - te dan varias respuestas posibles para que elijas- viene a decir que quizá para ti “Facebook se ha convertido en un drama social”. Yo en lugar de “drama” hubiese puesto otra cosa que prefiero obviar. Por mi parte, seguiré enviando emails personales, largos o cortos, y tratando de ver lo máximo posible tanto a los que están cerca, como a los que están más lejos. Posiblemente haya tenido mi explosión cibernética hace mucho tiempo y por eso me he dado de baja de este truño; o también puede que no quiera volver a la -para mí- olvidada e insoportable adolescencia. Ojo: como siempre, todo desde el respeto y la admiración. Porque al igual que dicen en la maravillosa película de Tim Burton, “Eduardo Manostijeras”, yo también “a veces, aún bailo bajo la nieve”. Pero jamás en el patio de Facebook (ni en el de su antítesis: una frikada cuya idea no deja de ser divertida llamada Hatebook).

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo estoy de acuerdo contigo, totalmente... Facebook es para llevar una vida de pueblo a la escala mundial. Asi, conocidos con quien no tienes contactos y que viven a 2000kms pueden saber tanto de ti como si te hubiera visto la vecina por la ventana y lo hubiera contada a tu madre y a la reunion semanal del pueblo...
Pero de momento no he encontrado a nadie que quiera organizar un suicidio virtual colectivo...

lord carnavon dijo...

jejeje, no sabes como te comprendo...

La verdad es que nunca me hice Facebook por vago y porque esas cosas terminan dándome ansiedad. ¡Si hasta el messenger me duró 15 días porque odiaba que me pillasen en linea si no me apetecía charla!

Yo lo siento, pero me gusta el anonimato y eso de que te lleguen correos de gente a la que felizmente perdiste de vista me parece un rollo. Será que soy un poco antisocial, pero con lo fácil que es llamar o escribir un e-mail a quien te aptezca...

Además es super fácil cotillear en internet la vida de tu jefe o de ese compañero que no tragas y no me apetece que me pase lo mismo, jeje, la gente es muy inconsciente poniendo sus fotos y videos al alcance de cualquiera y durante una eternidad.

MALENA dijo...

Querido Gasphasá.. no puedo estar más de acuerdo contigo.
Hasta miedito me ha dado tu post.. voy a darme de baja ya en Facebook!

Anónimo dijo...

estoy de acuerdo contigo y me he reído muchísimo
la forma en la que "los especialistas" y "los periodistas" habla de las redes sociales me resulta distancia y reidícula, como si no huebesen usado una de la forma en que los "usuarios tipo" la usan de verdad: para hacer chorradas

gaspashá gorkovskaya dijo...

Gracias a todos... de momento no he perdido tantos amigos como pensaba por escribir esto, a pesar de no estar ya "conectada". Un abrazo