A todos los que amamos el cine nos cuesta creer que hubiera un momento en la historia en que los Baldwin no fuesen famosos, que hubiera una época en la que su apellido no provocara terror en el espectador al aparecer en los títulos de crédito. Nunca unas simples letras enlazadas, B-A-L-D-W-I-N provocaron tanto pavor en las plateas. Alec, William, Daniel y Stephen. Los hermanos Baldwin, enredados en carreras cinematográficas lamentables, con una total carencia de cualquier atisbo de talento para la interpretación y con un carisma dudoso, si no insondable, lo que otorga mucho más mérito a su estatus de estrellas o semi-estrellas hollywoodienses. Sabemos que durante años vuestra peor pesadilla ha sido encontraros con una película en la sobremesa en la que apareciera alguno de estos hermanos. Es sinónimo de “cambia de canal rápido” o de “saltemos por la ventana” si traemos traumas previos. Vuestros peores temores se hacen ahora realidad: los Baldwin llegan a Gesloten. Y es para quedarse, estáis advertidos.
Alec, la estrella.
Puede resultar extraño, incluso dantesco pero hubo un momento en la historia del mundo en que Alec Baldwin era considerado un galán de Hollywood. El primogénito de la familia Baldwin (nace en 1958) tenía percha, la novia más deseada del mundo convertida posteriormente en esposa estable durante varios años, Kim Basinger y un talento innato para meterse en proyectos desastrosos artísticamente. Vamos, que Alec, cavó el solito la tumba de su propia carrera. El remake de “La huida” o “Ella nunca se niega” , ambas junto a Kim, otro animal interpretativo- Dios los cría y ellos se juntan- son dos buenos ejemplos de películas desastrosas artística y comercialmente que hicieron olvidar de un plumazo sus prometedores comienzos a las ordenes de buenos directores, “Bitelchús” con Tim Burton, “Armas de mujer” de Mike Nichols o “Alice” de Woody Allen...
Si en algo llama la atención la carrera de Alec es su convicción y empeño por dirigirla en dirección a un desfiladero: primero rechazando los papeles protagonistas en “Juego de patriotas” y “El fugitivo”. Paralelamente a esto, y además de las películas con su señora esposa ya señaladas, posee otros hitos del disparate cinematográfico: como no le dieron el papel de Batman se casca “La sombra” la película de superhéroes mas aburrida de la historia y un batacazo comercial de impresión, que no puede resistirse a mostrar al mundo su variedad de registros pues hace de malo (pero de malo tonto, por supuesto) en “Malicia” donde Nicole Kidman se lo come con patatas al pobre o en “El jurado”; que quiere resurgir en una gran superproducción, pues acepta un rol diminuto en la desafortunada “Pearl Harbor” que solo le sirve para constatar ante el mundo su sobrepeso galopante, porque como todos sabemos, Alec dejó hace tiempo de ser ese galán de catálogo de Cortefiel ...
Los últimos años, convertido oficialmente en actor de chufla, que como sabéis es un sello característico e inherente a la familia Baldwin, ha intentado reflotar su carrera como secundario de carácter a las órdenes de los directores que se han atrevido a contratarle. Y tampoco le ha ido mal, y si no ahí está su nominación a los Oscar por “The cooler” o sus participaciones en “El aviador” y “The departed” de Scorsese o en “El buen pastor” de De Niro, en roles, eso si, anecdóticos. Su último éxito, y el escalón definitivo en su recuperación a ojos del público, es la participación en la serie de TV “30 Rock” que le ha proporcionado un Emmy este mismo año y es que parece que finalmente y gracias a este medio parece que Alec cuenta con el reconocimiento que tan esquivo le ha sido durante una carrera que ha bordeado el disparate en demasiadas ocasiones. Su perseverancia y su regreso a la cima constatan que sus genes son los de un Baldwin de pura cepa.
Daniel, el problemático.
El segundo de los hermanos Baldwin en venir al mundo (en 1960) es el menos conocido para los cinéfilos ocasionales. En cambio Daniel llena la pantalla con su simple presencia: es el más corpulento, una suerte de armario empotrado con una inexpresividad que provocaría la admiración de grandes talentos del calibre de Seagal o Van Damme. Ha asomado sus carnes prietas en filmes de lo más diversos géneros siempre de una calidad lamentable como elemento común. La atracción por los trash films es uno de los rasgos distintivos del clan, pero Daniel va mas allá y lo adorna con una obstinación enfermiza por secundar a algunos de los peores actores de la historia del cine, táctica que se revela como enormemente inteligente, ya que le hace parecer como un actor del método: de esta forma acompañó a Don Johnson y Mickey Rourke en “Harley Davidson and the Marlboro Man” a Christophe Lambert en la involuntariamente divertidísima “Jaque al asesino”, a Andy García en “Héroe por accidente”, a agarraos, Daryl Hannah en “El ataque de la mujer de 50 pies” y a, agarraos mas fuerte, Melanie Griffith en “Mullholland falls”. Ha probado la serie B fantástica con el mejor embajador del género en “John Carpenter’s Vampires” junto a otro actor del método, el asombroso James Woods (alguna vez hablaremos de su affair con Sean Young). A pesar de semejante curriculum puede vanagloriarse en las comidas familiares de ser el único Baldwin no nominado a los razzies.
En los últimos años lamentablemente su vida ha trascurrido en el precipicio, viéndose abocado a adicciones diversas, sobredosis y detenciones. En cuanto a su carrera ha pasado a estar protagonizada por el fascinante mundo de la televisión. Pero no la televisión de la Glenn Close de “Damages”, como estrella renacida en un personaje inolvidable, estoy hablando de televisión de sobremesa y de “basada en hechos reales”. ¿Lo próximo? Esperemos que a Tarantino se le encienda la bombilla y le llame porque Daniel merece otra oportunidad.
Muy pronto, los pequeños: William y Stephen.