domingo, 19 de abril de 2009

LEONARD COHEN: LIVE IN LONDON

Leonard Cohen pide, irónicamente, disculpas por no haberse muerto todavía. El cantautor canadiense -uno de los más importantes de la historia- lo hace en su nuevo disco, un concierto grabado el año pasado en Londres ante miles de asistentes, en el que hace una amplia retrospectiva a través de toda su obra musical (poco prolífica, pero intensa como pocas). Al artista, con graves problemas económicos por culpa de su antigua manager, que le robó un patrimonio vital que se adivinaba como una muy buena jubilación, no le ha quedado más remedio que volver a los escenarios tras 15 años sin hacer giras. Pero lo hace agradecido, humilde, templado y con la coherencia de un señor que ha hablado de las complicadas relaciones interpersonales como nadie. La lírica de Cohen, bañada en esa voz de ultratumba que produce la misma sensación que una buena taza de chocolate caliente, es de una calidad sorprendente.

A menudo suelen gustarme los álbumes en directo, sobre todo porque cada vez apetece menos ir a conciertos en una ciudad como Madrid, donde el nivel de aforo y sonido de las salas es, cuanto menos, vergonzoso, patético e incómodo. Este tipo de producciones, no siempre fáciles de llevar a cabo en cuanto a resultados, cuando están bien hechas acercan el ambiente a tu propia casa. En este aspecto, el álbum de Leonard Cohen es de matrícula de honor porque es capaz de despertar sentimientos dormidos y mientras se realice la tarea que sea, da la sensación de tener al artista sentado a tu lado contándote su biografía entera. Y ésta es, ni más ni menos, que una vida mojada por las mismas experiencias que cuenta en sus bonitas, delicadas y apasionadas canciones, desde la maravillosa “Suzanne” hasta la estupenda “Dance me to the end of love”.

El canadiense reafirma una convicción que muchos tenemos, esa idea de alejarse de cualquier pretensión por éxitos vacuos y centrarse en lo que se tiene, cuidar los sueños, desearlos sin ansia, sembrar de ilusión nuestras vidas y olvidarnos de las chorradas que no conducen a ninguna parte. Con un acompañamiento musical estupendo y un coro de voces femeninas misteriosas y seductoras, Leonard Cohen ha sentado cátedra con su guitarra, su poesía y su vestimenta aderezada de cierta cadencia vintage. Es un artista de sentimiento planetario, de cafés de luz tenue, paseos junto a cualquier río importante lamido por la niebla, secretas confidencias y melancólicas soledades nocturnas.

PUNTUACIÓN: 9,75/10
LO MEJOR: este disco es un acto de justicia para Leonard Cohen. Escucharle es beberse una copa de vino de primerísima calidad.
LO PEOR: nada.
DESTACABLES: todos los temas, pero por nombrar algunos, “Suzanne”, “Dance me to the end of love”, “Ain’t no cure for love”, “Tower of song”, “First we take Manhattan”,… y así hasta 26.

5 comentarios:

el rey pescador dijo...

Este post pasa de largo de la simple información y se adentra en el terreno de la poesía.

Espero escuchar pronto el disco en cuestión.

gaspashá gorkovskaya dijo...

Seguro que disfrutarás del saber hacer de Mr. Cohen, es música que se paladea y degusta muy intensamente. Un saludo y gracias

Anónimo dijo...

Cohen me catapulta a mis años adolescentes donde locura y poesía se daban la mano. El chocolate de esa taza es mucho chocolate.

Fdo. El recriminador de novelistas sin novela...

MALENA dijo...

Querida Gaspashá.. tu post es sencillamente delicioso. Estoy de acuerdo con el rey pescador cuando dice que es pura poesía; desde luego pienso que tu post está impregnado de la misma poesía que Leonard imprime en cada una de sus canciones. Mr Cohen no puede haber encontrado mejor homenaje que este "relato" de lo que es su disco en directo. Ehorabuena!

MALENA dijo...

Gracias por la recomendación querida Gaspashá.. corrí a comprarme el disco y ahora mismo estoy disfrutando de un concierto en directo de mano de Leonard. Increible!