miércoles, 25 de marzo de 2009

MARIANNE FAITHFULL: EASY COME, EASY GO

A estas alturas queda evidenciado que lo que nos gusta a todos de Marianne Faithfull es su bagaje vital, un vía crucis montado en una vertiginosa montaña rusa que ha llegado a descender a lugares de los que muchos no fueron capaces de volver (Janis Joplin, Jim Morrison, Jimmy Hendrix…). Pero por otra parte, hay veces que tendemos a idealizar o mitificar las vivencias de los demás, incluso lo que nos cuentan (tremendo error que por suerte se suele descubrir tarde o temprano). Hasta hace un año aproximadamente, tras ver la genial película “Irina Palm”, yo no tenía datos sobre esta mujer más allá de su tormentosa relación con Mick Jagger, así como sus adicciones varias. Porque la artista británica de 62 años lleva viviendo de su historia desde que renació como un ave fénix a finales de los 70. En estos momentos se está preparando un filme sobre su vida, que yo creo que mejor daría para una serie por lo menos de tres temporadas. Además, ella misma ha publicado una autobiografía dividida en dos partes (la segunda salió a la luz en 2007).

Echando un vistazo a su discografía, y con la publicación reciente de su último trabajo, este álbum de covers titulado “Easy come, easy go”, queda otro hecho demostrado: Marianne Faithfull tiene muchos amigos y admiradores de distintas generaciones; colegas del pasado, entre los cuales algunos le echaron un cable para ayudarla a salir de las drogas, y del presente, que la admiran sencillamente por ser quien es o porque parece que eso de trabajar con ella da mucha solera (PJ Harvey colaboró en su producción anterior, “Before the poison”, de 2004, una obra cuanto menos interesante). En este disco, la artista se atreve con temas ajenos de toda clase de cantantes y grupos. Desde Dolly Parton, Morrissey, Black Rebel Motorcycle Club o Brian Eno, hasta The Decemberist, Bessie Smith o Sarah Vaughan. Y además, cuenta con la colaboración de gente como Rufus Wainwright, Nick Cave, Keith Richards o, el pescado que más se rifan todos, Antony Hegartyaaaaagggh!).

La voz de Marianne Faithfull, totalmente rota y cavernosa, lleva patente sus excesos del pasado. Escucharla antes de sus oscuros años 70, década en la que se drogó más que Amy Winehouse y Pete Doherty juntos, sorprende por el cambio que dio a su regreso. De un registro dulce y poderoso pasó a parecer una mujer que se pone a cantar en un karaoke de mala muerte tras haberse bebido ella sola una botella de tequila y haberse fumado un cartón de tabaco. En 1979, la británica reapareció con un buen disco bajo el brazo, “Broken english”, muy alabado por la crítica pero que en un primer momento dejó con cara de paisaje a todos por el cambio de voz de Faithfull, resultado de sus años de adicción a las drogas y el desmesurado consumo de cigarrillos, el único hábito que a fecha de hoy no ha abandonado todavía. En ese álbum está la canción “The ballad of Lucy Jordan”, un tema que volvió a ponerse de moda en 1991 por su inclusión en la banda sonora de la fantástica película “Thelma & Louise”, de Ridley Scott.

Ofreciendo interpretaciones aceptables en películas como “María Antonieta”, de Sofia Coppola, ¿qué queda de Marianne Faithfull en su faceta de cantante si obviamos por unos instantes la atracción que ejerce su persona? Seamos realistas, lo que aparece es una señora con voz de teleñeco borracho que afrontando todas las versiones de este “Easy come, easy go” suena a algo que resulta por instantes ridículo y que roza la parodia por muy respetada que sea en los ámbitos artísticos. Una a una, las canciones que interpreta, algunas más que otras, se las va cargando como el que explota las burbujas de los envoltorios destinados a objetos frágiles. A pesar del estupendo acompañamiento de los músicos, Faithfull necesita acoplarse como puede con una machacada garganta que carece de registros y que provoca preocupantes sentimientos de lástima si inmediatamente no nos remitimos a las experiencias que ha dejado atrás. Incluso en los dúos que lleva a cabo con Richards, Wainwright o Cave, éstos realizan incursiones testimoniales para no pisar los sórdidos berridos de la artista británica. No quiero ni imaginármela en directo, y desde aquí la invito a que continúe con otras labores, bien en el cine o a través de lo que le lleva todos estos años dando de comer: sus propias vivencias reflejadas en dos autobiografías.

PUNTUACIÓN: 4,5/10
LO MEJOR
: el acompañamiento musical, y que Faithfull nos cae muy bien.
LO PEOR: la monotonía que imprime con su voz de cazallera a todos los temas y los más de 8 minutos berreando con Antony Hegarty en “Ooh baby, baby”, canción original de Smokey Robinson.
DESTACABLES (por decir algo…): “Down from Dover”, “The crane wife 3”, “Dead God please help me”, “Kimbie”.

1 comentario:

truman von harket dijo...

Nunca he seguido a Faithfull y solo conozco "La balada de Lucy Jordan" de su larga carrera y encima gracias a Thelma y Louise (sacrilegio). Seguro que los del Rock delux me retiraban la suscripción de tenerla. De todas formas los discos de versiones son para echarse a temblar por norma general. Eso sí, no sé si seré capaz de recuperarme de afirmaciones como "es una señora con voz de teleñeco borracho".