viernes, 8 de mayo de 2009

BOB DYLAN: TOGETHER THROUGH LIFE

No consigo seguirle, Mr. Dylan. Tiene que creerme, porque lo he intentado. Sin éxito eso sí, pero le aseguro que lo he pretendido con todas mis fuerzas. Me hago cargo de su lugar en el mundo de la música. Puedo llegar a ser consciente de su papel en la misma historia de los Estados Unidos. Siento decirle que no es la mía ni la del resto del planeta por más que se empeñen en su país. No me incumbe ni me interesa lo más mínimo. Y le insisto, lo he intentado. Sé lo que ha influido en infinidad de artistas. Le miro al altar en el que está usted postrado, indiferente, tratando de disimular humildad. No se quede conmigo. Sus fans babean ante su encendida poesía, su indudable madurez y todo lo que, no lo niego, todavía le queda por decir. Pero prefiero mirar para otro lado, porque no consigo terminar con ninguno de sus discos con final feliz. Y eso que éste último tiene un título maravilloso. Es un concepto por el que muchos matarían o directamente se quitarían años de vida. Que usted diga que se está muy a gustito enamorado es algo que ya sabemos. Pero para algunos, si es el gran Bob Dylan el que lo afirma, automáticamente se convierte en una verdad incontestable y absoluta. Oooooh...

No pretendo que sienta envidia, ni digo que sean mejor o peor que usted. Pero Mr. Dylan –doy por sentado la imposibilidad casi innata de no poder tutearle- hay colegas suyos que me inspiran más y me llevan a lugares en los que quiero estar, y los he descubierto hace poco. Neil Young se está portando bien. Leonard Cohen me conduce a paraísos en los que aspiro a permanecer. Que sí, que usted ha hecho que muchos artistas que me gustan quieran contar historias, incluso que otros lleguen al ridículo más apoteósico con tal de imitarle (es el caso del insufrible Andrés Calamaro). Los medios generalistas se rinden ante su arte (le advierto que otros le ignoran totalmente), pero toda esa lírica de cuya calidad no dudo, ese acompañamiento estupendo que tiene, esas canciones canallas y bien plantadas, no me producen ningún sentimiento ni bueno ni malo. Es posible que tres… o cuatro (bostezo).

Le respeto pero no le admiro. Es más, me aburre hasta la extenuación. No tanto como una novela de Lucía Etxebarría, que eso ya sería una imposición al suicidio colectivo. Usted me hace bostezar con la desgana del que no sabe por donde empezar cuando tiene cosas que hacer. Pero no todo va a ser indiferencia ni apatía, la misma que desprende su voz cargante. A pesar de que en su último trabajo se arrastra como un fantasma que no puede con el asfixiante peso de sus cadenas, el puesto que ocupa se lo ha ganado. De una forma u otra, ha llegado donde tenía que llegar. Ahí le dejo y me despido de usted, Mr. Dylan. Cuídese mucho y hasta siempre. Me quedo con eso que dice en uno de sus temas: “Life is hard”. Ya sólo con estas palabras, su último trabajo merece un aprobado raspado.

PUNTUACIÓN: 4,95/10
LO MEJOR: el acompañamiento musical.
LO PEOR: producir con un disco un sentimiento que no suelo tener jamás… el aburrimiento.
DESTACABLE: “Beyond here lies nothing

3 comentarios:

Anónimo dijo...

coincido contigo.
a mi la mayoría de estos popes de la música me dejan indiferente

lord carnavon dijo...

Pues ya le has echado ganas... a mi este señor me da una pereza monumental, igual es que soy un poco cateto, no sé...

David Delio dijo...

No soy muy fan de Dylan, lei una critica en una seccion de discos de un periodico local y pues no se me dejo un poco dudoso de lo uqe pretendia aunque si quisiera escuchar que tan bien suena el acordeon de David Hidalgo